En el fondo estamos solos. Tu y yo, encendiendo cerillas para ver si nuestra vista alcanza a ver un final. Yo no veo nada. Y suponen que eso es bueno, que implica que la vida parece interminable, que somos enérgicos, jóvenes. Pero nos hemos convertido en una generacion decepcionada, que busca rayos en las tormentas y ya no se asusta. Una generación a la que el dolor le parece algo habitual, presente en los telediarios. Jóvenes que arrastran los pies y búscan su juventud en pantallas. Hora tras hora.
Nos acercamos a la distopía.
Estamos cansados de vivir, y nuestras caras grises miran como los dias pasan, y nos volvemos cada vez mas iguales.
Nadie reclama algo de originalidad, ya nadie se mancha las manos, ya nadie grita y desgarra este continuo, estúpido murmullo. Algunos encuentran algo por lo que luchar y poco a poco se cansan... o lo convierten en rutina.
Me revuelvo en mi cuerpo y abrazo lo que otros tachan de locura. Siento nostalgia por otras épocas, o tal vez las admiro ahora que ya estan lejos. Detesto esta falsa sensación de progreso, nuestra forma de caminar mientras nos metemos de lleno en el lodo. Odio las normas, y las fronteras, y los protocolos y a ti, que tratas de trivializar las conversaciones, que intentas convencerme de que hable de otro tema, que procuras que sonría y que no odie.
Somos una generación teñida de colores flúor en industrias del sistema, pero una generación gris. Monótona, homogenea.
Abraza tu locura.